sábado, 31 de marzo de 2012

SOBRE EL ORIGEN, ANTIGÜEDAD Y RAIGAMBRE TRADICIONAL DE LA SEMANA SANTA EN HUÉSCAR (GRANADA).

Con el sonar de tambores y cornetas, damos comienzo un año más a las celebraciones de la Semana Santa.




La Semana Santa es un momento importante en el calendario de la mayoría de los ciudadanos oscenses, con fundamento religioso en la liturgia que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Lo que se inició como rito medieval de escenificación de angustia y esperanza para los cristianos, expresa hoy sus significados más simples, a través de formas complejas y modelos singulares. Con características determinadas que corresponden a permanencias de símbolos ancestrales que se desvinculan de sus orígenes al insertarse en otras formas de expresión actualizadas.

Las procesiones por itinerarios urbanos. Formas de espiritualidad que unidas a lo popular, se aíslan y diferencian de un clericalismo distante ante sus sublimes y simplistas expresiones que pueden interpretarse por el folklore o cultura.




En su recorrido el pueblo participa en este escenario excepcional que es muestra de ciudad artística.

Si los itinerarios en lugares y rincones preciosos de Huéscar configuran simulaciones impresionantes, las imágenes representan un museo escultórico. Proceso que año tras año enaltece el esfuerzo, y en forma discreta, realizan arduas tareas que culminan en los brillantes desfiles procesionales.




La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo constituye el núcleo del mensaje cristiano y como tal está en la base del pensamiento y de la vida de la iglesia en todos los tiempos. Por ello desde siempre se ha celebrado “Con singular fervor y énfasis no sólo en el silencio de la meditación sino también en la manifestación externa de sus sentimientos dolorosos y en la participación comprensiva de la Pasión y Muerte del Señor. Con características determinadas por el paso de los siglos y las peculiaridades administrativas y religiosas que esta ciudad ha tenido hasta 1954, en que permaneció bajo la tutela del Arzobispado de Toledo, pasando posteriormente al Obispado de Guadix.




Esta representación popular del drama sacro adquiere por ello una forma más austera de lo que habitualmente se espera de unas procesiones de Semana Santa en Andalucía.

La destrucción, durante la guerra civil (1936-1939), de gran parte de los libros de acuerdos y cuentas hace muy difícil la labor de relatar históricamente todos los avatares acaecidos a lo largo de más de cuatrocientos años. Hojas sueltas y rotas, libretos incompletos y algún que otro ejemplar intacto así como las Cuentas de Propios o Acuerdos del Ayuntamiento, es la documentación conservada, en muchos casos por el celo de los oscenses, que supieron rebuscar entre papeles viejos noticias de las hermandades.

En su geografía, andaluza; en su folklore, murciana; en las costumbres, navarro-aragonesa; en lo civil, castellana; en lo religioso, toledana y accitana. Toda esta paradoja es la de un pueblo que, gracias a este solitario rincón de Granada con tantísimas circunstancias, ha sabido enriquecerse, transformando las costumbres de otros sitios en costumbres propias, magníficamente conservadas. Y en su Semana Santa, igual desfila una procesión de las palmas, propia de tierras oriolanas, que una procesión de Viernes Santo con trasunto murciano, o que una austera castellana o un traslado de la Virgen, como si de la misma Sevilla se tratara.





ORIGEN ANTIGÜEDAD Y RAIGAMBRE TRADICIONAL DE LAS COFRADÍAS / HERMANDADES DE SEMANA SANTA DE HUÉSCAR

Atendiendo a sus caracteres específicos, es a partir de 1544 cuando en Huéscar hay noticia escrita de que aparece la más antigua, que es la Cofradía del Santísimo, como así nos lo atestiguan en sus estatutos.

Coetánea a esta Cofradía del Santísimo es la Cofradía del Crucifijo, que se puede considerar propiamente la primera cofradía penitencial documentada ya en el año de 1580, cuando la Casa de Alba, a la que pertenece Huéscar, pagó “3.876 maravedís a los Tesoreros de las cofradías del Santísimo Sacramento y del Crucifijo y de Nuestra Señora de los Remedios y de Nuestra Señora del Rosario”.

Los largos reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II cubren todo el siglo XVII, coincidiendo en la Diócesis Primada con los arzobispos don Bernardo de Sandoval Rojas, don Fernando de Austria, don Gaspar de Borja y Velasco, don Baltasar Moscoso y Sandoval, don Pascual de Aragón y don Luis Manuel Fernández Portocarrero, bajo cuyos auspicios la grandiosa fábrica de Santa María será concluida, después de haber renunciado, por razones económicas, a bastantes elementos proyectados por Siloé y Vandelvira. De aquí que, la presencia y movimiento de artífices de prestigio procedentes de las escuelas castellanas y andaluzas, en un continuo abastecimiento de obras para la iglesia fue constante. Así, y en diversos documentos, se atribuyen hasta su desaparición en la pasada Guerra Civil Española, y por desgracia no catalogados, esculturas y pinturas de Alonso Cano, Risueño, José de Mora, Mena, Martínez Montañés, Ribera, Francisco Salzillo, Luis Tristán, Eugenio Caxes..., constituyendo una pequeña y variada antología del arte del XVII. Por esta circunstancia, los gremios cuentan en Huéscar con un amplio repertorio de imágenes, en sus distintas advocaciones, y realizan continuas procesiones.

Es con la llegada de los Franciscanos en los primeros años del siglo XVII cuando se da a conocer la Cofradía de la Vera Cruz que con el tiempo se fusionará con la de la Sangre.

De las cofradías que actualmente siguen en funcionamiento podemos decir que, con la aparición de los estatutos de la Cofradía de San Juan Evangelista, datados en el año de 1619, se adelantan en el tiempo unos años, pues, hasta ahora, se había considerado el origen a la constitución de la Tres Hermandades -San Juan Evangelista, Santo Cristo y de la Soledad- formando un solo cuerpo el 24 de marzo de 1636, aprobándose por el arzobispo de Toledo en 1641.




Petición al Cabildo Municipal “para hacer el Entierro de Christo” (año de 1656).

En 1656 queda constancia, en el Libro de Actas del Cabildo municipal, de la petición cursada “...por las cinco hermandades que hay en esta ciudad de Nuestra Señora de la Soledad, de el Santo Cristo, del glorioso patriarca San José, de el santo apóstol San Juan Evangelista y de el bienaventurado San Pascual Bailón que piden su beneplácito y consentimiento para la fundación de la procesión del entierro de Cristo nuestro salvador...”. A dicha procesión acudirán cada una con su titular, San Juan Evangelista, Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Virgen de la Soledad, la Cruz Verde y la Magdalena y suplican así mismo a la ciudad para que asista a ella en forma Capitular. A esto diremos que aún hoy día se mantiene con la única variedad de que han desaparecido las hermandades de San José y San Pascual -que no sus pasos, incorporados a San Juan y Santo Cristo- y se agrega la Hermandad del Sepulcro (1946), que aglutinará las funciones que durante casi tres siglos se repartieron las otras Hermandades.




La Semana Santa en el siglo XVIII se va afianzando dada la intensa actividad religiosa practicada por la población en las diferentes iglesias, conventos, capillas y ermitas a lo largo de todo el año, por gremios, hermandades, cofradías y familias determinadas que junto a la elevada población religiosa respecto al número de habitantes favorece el culto de una amplia diversidad de advocaciones y santos, misas, sermones, novenas, vísperas, procesiones, etc.

En este siglo, la Hermandad de Ánimas, poderosa, pudiente y popular, celebra en la iglesia de Santa María las novenas a su advocación titular de Nuestra Señora de los Dolores y encarga, hacia 1770, una imagen al escultor murciano Francisco Salzillo.




El siglo XIX nace convulso con la invasión francesa y sus expolios, la exclaustración conventual y desamortizaciones, sucesos políticos...; todo esto redunda en que se produjeran desorganizaciones de hermandades y pérdidas de importantes riquezas de las mismas.

Se necesitarán varios años para intentar reparar los destrozos ocasionados y en lo posible renovar y recuperar las tradiciones.

Siendo vicario interino de Huéscar don José Pío Abellán (1854), y en cumplimiento a una orden del cardenal arzobispo de Toledo, se conserva en el Archivo de la Diócesis Primada un documento con las respuestas dadas por los sacerdotes oscenses sobre la vida civil y religiosa de esta población.

En referencia al apartado de Cofradías y Hermandades, entre otros dice:

“Las tres Hermandades:

Estas son las del Cristo, la Soledad y San Juan. La del Santo Cristo tiene capilla propia en la parroquia de Santiago, y fue erigida en 1641, con una imagen de mucha veneración, que sólo se saca cuando hay conflictos de pestes o epidemias o para hacerle el novenario y el Viernes Santo por la mañana en la procesión. Tiene aprobación del Consejo de la Gobernación de Toledo. Son infinitos los prodigios.




La Hermandad de San Juan está incorporada para dar culto a la imagen en la procesión de Semana Santa, y la tercera es la de la Soledad, que tiene su ermita en la parte de Poniente extramuros de la ciudad como cuarenta pasos; su primitivo nombre fue la ermita de San Sebastián desde 1567, aunque existía ya en 1559, donde están las imágenes del Señor Orando en el Huerto, en el “paso” de los Azotes atado a la columna. Nuestro Padre Jesús Nazareno, en su camarín y en el principal, a la afligidísima Madre de la Soledad, donde se forma la primera procesión de Jueves Santo en la tarde. Me consta tiene sus ordenanzas aprobadas”.

Los albores del siglo XX se presentan con la continuación del formato tradicional, esto es, después de la procesión de los Ramos no hay señales de Semana Santa hasta el Miércoles, en que por la tarde se cantaban las Tinieblas, y en el tenebrario se encendían o apagaban las luces, y la chiquillería tocaba las matracas, haciendo mucho ruido.

El Jueves, muy de mañana, gran número de oscenses se disponían a recibir el Sacramento de la Penitencia, para luego acompañar a la procesión que se dirigía al monumento. Después del Lavatorio se preparaban nazarenos y Parroquia para ir a la ermita de la Soledad, de donde saldría la primera procesión. Ésta la componían San Juan, la Magdalena, la Oración del Huerto, Señor de los Azotes, Jesús Nazareno y Virgen de la Soledad. Desde la torre de la iglesia de Santa María la carraca lanzaba sus lastimeros golpes. Eran tres cofradías, con hábitos encarnados los de San Juan, morados los del Cristo y negros los de la Soledad.




El día grande de Semana Santa era el Viernes. De madrugada, las cornetas, recorrían las calles anunciando la próxima muerte del Señor. En la procesión de la mañana figuraban San Juan, el Señor de la Caña, Jesús Nazareno, el Cristo de la Expiración y la Soledad, así como la Verónica, que se incorporaba en la Plaza Mayor para la realización del llamado “Paso” consistente en la representación de las tres caídas de Jesús en su recorrido hacia el monte Calvario, limpiándole el rostro la mujer Verónica, quedando estampado en el lienzo.

Luego los solemnes oficios y por la tarde el Sermón de las Siete Palabras. Todas las jerarquías cofrades presidían con sus cetros, y ya esperaban en la sacristía los ángeles, niños menores de ocho años, que con sus ropas blancas, sus alas de seda y sus coronas habrían de portar las cintas del Santo Sepulcro. Uno de ellos, en una bandeja, llevaba los atributos de la Pasión.

Las procesiones de Viernes Santo, mañana y tarde, establecían como signo de respeto, que los nazarenos arrastraran las colas de sus túnicas. Por tanto, la procesión del Santo Entierro resultaba solemnísima, siendo presidida por el Excmo. Ayuntamiento, que seguía al Sepulcro, acompañado de la banda municipal de música. Las tres cofradías formaban grandes filas con sus hermanos, con hachones encendidos y las imágenes eran San Juan, la Cruz Verde, el Sepulcro y la Soledad, detrás de la cual marchaba la Parroquia y el pueblo.




Los cultos de Semana Santa terminaban con esta procesión, más encerrada ésta, y debiendo trasladar la Soledad a su ermita y después a San Juan y la Magdalena a la iglesia de la Paz, la decoración cambiaba con los acordes de pasodoble de la banda municipal.

El recuento de imágenes, tronos y ornamentos pertenecientes a las hermandades de Semana Santa al acabar la contienda civil fue desolador. Prácticamente había desaparecido todo, hasta tal punto que en 1940 se organiza una improvisada procesión con lo poco que había quedado. Los bustos del Ecce-Homo y la Dolorosa se colocan en la mejor forma posible, e instalándose en unas andas son sacados en procesión, e igualmente una Soledad.

La antología escultórica que Huéscar había acumulado en más de cuatrocientos años y que suponía un gran enriquecimiento artístico de iglesias, conventos, capillas y ermitas era un dato para el recuerdo y para la historia. Por tanto, la mayor prioridad en este aspecto fue, sin duda, durante los primeros años de esta década, la sustitución y urgente reparación de las cosas rescatadas. Todas las hermandades por igual emprenden la ardua tarea de reorganizarse superando las dificultades surgidas por doquier.

Hoy día, y tras multitud de horas dedicadas a cada hermandad, recuperando lo más fielmente posible todo lo que antes tenían, e incorporando algunas cosas nuevas, nos encontramos que la Semana Santa oscense, mantiene tradiciones desde hace alrededor de cuatrocientos años, pero también se adapta y modifica formas, vestuarios, incorpora imágenes, etc, acoplándose a los nuevos tiempos sin perder su identidad.





__________________



Desde destas líneas agradecer muy sinceramente a todas esas personas (Paz, Ramón, José E., Carlos, Jaime,...) que día a día, tienen a bien ceder sus fotografías a este Archivo Municipal para que podamos sacar copia que posteriormente pasa a formar parte de nuestros fondos.


jueves, 15 de marzo de 2012

1812-2012 el Bicentenario de "La Pepa" y Domingo Dueñas y Castro.






(*) Imágenes obtenidas de la copia digitalizada, del original de la Constitución de Cádiz de 1812, guardado en el Archivo del Congreso de los Diputados (http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Hist_Normas/ConstEsp1812_1978/Const1812).



Las CORTES de CÁDIZ.

“…Una gran novedad, una hermosa fiesta había aquel día en la Isla. Banderolas y gallardetes adornaban casa particulares y edificios públicos, y endomingada la gente, de gala los marinos y la tropa, de gala la Naturaleza, a causa de la hermosura de la mañana y esplendente claridad del sol, todo respiraba alegría. Por el camino de Cádiz a la Isla no cesaba el paso de diversa gente, en coche y a pie, y en la plaza de San Juan de Dios los caleseros gritaban, llamando a los viajeros: <<¡A las Cortes, a las Cortes!>>.

Parecía aquello preliminar de función de toros. Las clases todas de la sociedad concurrían a la fiesta, y los antiguos baúles de la casa del rico y del pobre habíanse quedado casi vacíos…

…Nobleza, pueblo, comercio, milicia, hombres, mujeres, talentos, riqueza, juventud, hermosura, todo, con contadas excepciones concurrió al gran acto, los más por entusiasmo verdadero, los menos por curiosidad, otros porque habían oído hablar de las Cortes y querían saber lo que eran…

Cuando llegué a la Isla, las calles estaban intransitables por la mucha gente. En una de ellas la multitud se agolpaba para ver una procesión. En los miradores apenas cabían los ramilletes de las señoras; clamaban a voz en grito las campanas, y gritaba el pueblo y se estrujaban hombres y mujeres contra las paredes, y los chiquillos trepaban por las rejas, y los soldados, formados en dos filas, pugnaban por dejar el paso franco a la comitiva. Todo el mundo quería ver, y no era posible que vieran todos.

Aquella procesión no era una procesión de santas vírgenes, ni de reyes, ni de príncipes, cosa en verdad muy vista en España para que así llamara la atención: era el sencillo desfile de un centenar de hombres vestidos de negro, jóvenes unos, otros viejos, algunos sacerdotes, seglares los más. Precedíales el clero, con el infante de Borbón de pontifical y los individuos de la Regencia, y les seguía gran concurso de generales, cortesanos antaño y hoy del pueblo, altos empleados, consejeros de Castilla, próceres y gentileshombres, muchos de los cuales ignoraban que era aquello.

La procesión venía de la iglesia mayor, donde se había dicho solemne misa y cantado un Te Deum. El pueblo no cesaba de gritar, ¡Viva la Nación!, como pudiera gritar <<¡Viva el Rey!>>, y un coro que se había colocado en cierto entarimado detrás de una esquina entonó el himno, muy laudable sin duda, pero muy malo como poesía y música, que decía:

Del tiempo borrascoso
que España está sufriendo
va el horizonte viendo
alguna claridad.
La aurora son las Cortes,
que con sabios vocales
remediarán los males
dándonos la libertad…”. (*)

(*) Pérez Galdós, Benito: “Cádiz”. Madrid: Historia 16, 1993. (Cap. 8. Episodios Nacionales, 10).

Habiéndose disuelto el Gobierno de la Nación por la invasión de los franceses en Andalucía, se reunieron, en la isla de León, Cortes extraordinarias el 24 de septiembre de 1810, y se trasladaron a Cádiz el 20 de febrero de 1811. Allí, bajo la presidencia del Obispo de Orense, en la iglesia de San Felipe Neri, se votó la Constitución de la monarquía española, promulgándose el día 19 de marzo de 1812. Fue bautizada por el pueblo como "La Pepa".



Elección de Domingo Dueñas y Castro.

El 1 de enero de 1810 la Junta Suprema Central realizó la convocatoria para la reunión de Cortes Generales y para la elección de diputados. El 21 de enero tuvo lugar en Granada la designación de electores parroquiales para tomar parte en la votación de diputados, en un momento en que los franceses cercaban ya peligrosamente la ciudad, con lo que el proceso no pudo consumarse. Pero de acuerdo con el decreto de la Regencia, de 18 de agosto, los vecinos o naturales de las provincias que no hubiesen podido elegir diputados y que residieran en Cádiz o en la Isla de León, deberían alistarse para elegir entre quienes reunieran las cualidades necesarias, diputados suplentes que representaran estos territorios en las Cortes, a razón de un diputado suplente por provincia, cuyo mandato quedaba establecido hasta el momento en que pudieran incorporarse los titulares. De las papeletas de los 51 electores inscritos originarios del reino de Granada se obtuvieron siete compromisarios y el 21de septiembre fue elegido por éstos como diputado suplente del Reino de Granada Domingo Dueñas y Castro, que prestó juramento tres días después. Se le otorgó su poder el 22 de septiembre, al día siguiente fue ratificado por la Comisión de Poderes y juró su cargo el día 24.

Tan menguada representación granadina, se completó, en virtud de la instrucción de la Regencia de 8 de septiembre, con la elección el 17 de noviembre de 1810 de dos nuevos diputados propietarios por el Reino de Granada: Antonio Alcayna y Guirao, cura de Cuevas de Vera y Antonio Porcel Ruiz Fernández Ballesteros. Al quedar la ciudad liberada de tropas francesas, en septiembre de 1812, Granada completó su representación en las Cortes eligiendo entre el 21 de febrero y el 2 de marzo de 1813 otros diez diputados propietarios que fueron incorporándose a las mismas a partir del 28 de abril de aquel mismo año. Ello no impidió que Domingo Dueñas y Castro continuara ejerciendo su representación durante lo que restó de mandato a aquella legislatura, que fue poco, porque por aquellos mismos días se procedió a la convocatoria de Cortes ordinarias. Las elecciones en el Reino de Granada se verificaron entre el 18 y el 21 de abril, resultando elegidos diez diputados titulares y tres suplentes. Las elecciones provocaron en Granada una cierta tensión por el origen de algunos Diputados, la edad de otros y por el hecho de no haber sido elegido diputado Domingo Dueñas, que como suplente había representado eficazmente al Reino de Granada en las Cortes de 1810. El cese efectivo de Dueñas se produjo el 20 de septiembre de 1813, cuando tomaron posesión los diputados que formaron las Cortes ordinarias. Dueñas ostentó, por consiguiente, la representación del Reino de Granada en las primeras Cortes de Cádiz, como diputado suplente, desde el 21 de septiembre de 1810 hasta el 20 de septiembre de 1813. (2)

Exposición.

De modo testimonial y durante estos días, en el Ayuntamiento, se han expuesto una serie de documentos, pertenecientes al Archivo Municipal, que recorren sucintamente los avatares vividos por esta Constitución y uno de sus redactores, nuestro paisano Domingo Dueñas y Castro.

______________
(2) Fuentes y bibliografía

A.H.N. Hacienda 527, exp. 42; Justicia. Mag. Jueces 4390, exp. 2286.

GALLEGO Y BURÍN, A. Granada en la Guerra de la Independencia. Granada: Tip. de El Defensor, 1923. Edición facsímil, Granada: Universidad de Granada, 1990.

PALANCO ROMERO, J. “La Junta Suprema de Gobierno de Granada”, Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1911, tomo I, pp. 109-121, 186-196, 279-287; 1912, tomo II, pp. 40-50, 129-144.

VIÑES MILLET, C. Granada ante la invasión francesa. Granada: Ayuntamiento, 2004.

________________
Autor: Manuel Titos Martínez