miércoles, 10 de agosto de 2011

¡Viva la Pepa!. Domingo Dueñas y Castro, uno de Huéscar, en la elaboración de la Constitución de Cádiz de 1812.


Logotipo oficial para la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812.

Domingo Dueñas y Castro nació el 11 de mayo de 1770 en Huéscar (Granada), y fue bautizado el 15 en la iglesia de Santa María, era hijo de Fernando Dueñas y de Gabriela de Castro, medianos hacendados rurales naturales de La Puebla de Don Fadrique y de Huéscar, respectivamente.

Estudió la carrera de Leyes y debió gozar de buena reputación y padrinazgo porque pronto ocupó un cargo de confianza real como fue el de secretario de la Camarería Mayor de la princesa de Asturias, la primera esposa de Fernando VII, María Antonia de Nápoles y Sicilia, desde el tiempo de su casamiento en Barcelona, el 10 de octubre de 1802, hasta que el 5 de enero fue nombrado oidor de la Real Audiencia de Cataluña y alcalde del crimen de la misma. Pidió algunas licencias para incorporarse, por razón de enfermedad de su mujer, y no lo hizo hasta el 14 de abril de aquel año. Por el mismo motivo, el 22 de octubre de 1806 solicitó traslado a la Chancillería de Valladolid pero no se le concedió.

Domingo Dueñas había contraído matrimonio en el propio real sitio de Aranjuez el 21 de enero de 1805 con Inés Bouvier y Marzal, natural de Valencia y viuda del teniente coronel Ignacio Muñiz. No tuvieron descendencia, aunque la mujer aportó al mismo tres hijos del matrimonio anterior.

Cuando a principios de 1808 entraron los franceses en Barcelona Dueñas se hallaba en dicho puesto y en el mismo permaneció administrando justicia civil y criminal “en utilidad y defensa de los moradores”. Con ese talante y según su propio testimonio, impidió que los franceses establecieran unos baños al descubierto en el centro de la ciudad, consiguió que fuese pasado por las armas un tambor del ejército francés que había insultado a una mujer, se negó a apremiar a los vecinos para el pago de contribuciones, sufrió amenazas y peligros y utilizó sus propios fondos en beneficio de los oficiales y soldados prisioneros. El 9 de abril de 1809 se negó a prestar el juramento de fidelidad a José I y fue conducido a la prisión del castillo de Montjuic. Entre el 20 de julio de 1809 y el 29 de enero de 1810 permaneció preso en su propio domicilio de donde fue sacado la noche de aquel día y trasladado a pie hasta la cárcel de Perpignan. Consiguió huir de la misma y el 3 de abril, ya desde Tarragona, hizo llegar a la Junta su lealtad y la narración de sus vejaciones y sufrimientos y, enterado el Consejo de Regencia, ordenó su reposición como oidor y que se tuvieran en cuenta sus padecimientos “para los adelantamientos en su carrera”

No pudo incorporarse lógicamente a la Audiencia de Barcelona y buscó acomodo junto al gobierno en la ciudad de Cádiz. El 15 de mayo de 1811 Dueñas fue nombrado por el Consejo de Regencia ministro de la Comisión de Policía de la Isla de León con un sueldo de 24.000 reales anuales. Seguía siendo entonces oidor de la Audiencia de Cataluña hasta que mediante orden de 13 de septiembre de aquel mismo año fue agregado, con el mismo sueldo y cargo de oidor, a la Audiencia de Sevilla, aunque continuó residiendo en Cádiz, en el nº 96 de la calle del Rosario, donde, desde el 24 de septiembre de 1810, desempeñaba el cargo de diputado suplente en representación del Reino de Granada.

Algunos de los diputados participantes en la redacción de la Constitución de 1812.        A. M. H.

El 31 de diciembre de 1812, tras la expulsión de las tropas francesas de Granada, Domingo Dueñas fue nombrado oidor de la Real Chancillería de esta ciudad con un sueldo de 24.000 reales anuales y a dicho puesto debió incorporarse al no salir elegido en los comicios celebrados para Cortes ordinarias en abril de 1813.

El 10 de enero de 1814 una real orden le exoneró del empleo de ministro de la Audiencia de Granada “por no haber llegado aun a esta plaza”. Debió hacerlo con inmediatez y conseguir la anulación de aquella exoneración, porque el 14 de marzo, ya como magistrado de la Audiencia de Granada, pidió seis meses de licencia, que le fue concedida, para dedicarse a atender los derechos de testamentaría de su padre y hermana en Huéscar y los de los hijos de su mujer en Valencia, Segorbe y Madrid.

El 10 de junio de 1814 y por real orden fue exonerado por segunda vez de su cargo en la Real Audiencia de Granada y trasladado a la de Sevilla, dejando a partir de ese momento de percibir su sueldo. El traslado a Sevilla no llegó realmente a realizarlo porque, según su propio testimonio, en 1814 se le mandó prender, se le procesó y despojo de su destino y se le confinó a Baza (Granada), “sin que para esta providencia hubiese habido más formalidades que una intimación verbal”.

Lo ocurrido es que, en 1814, tras la restauración absolutista, Dueñas fue denunciado por el abogado granadino José Rafael de Gálvez como defensor de la Constitución. El 6 de junio el rey autorizó el arresto y la formación de causas contra los magistrados que se hubieran hecho acreedores de ello. A Domingo Dueñas se le instruyó un expediente en el que, sobre su colaboración general con el gobierno de las Cortes, se le acusaba de haber dicho al regente de la Chancillería de Granada que “si obedecía las órdenes del Rey contra los decretos de las Cortes, le pasaría el pecho con un puñal”. Tras la instrucción de un larguísimo expediente informativo, Dueñas fue arrestado directamente por el capitán general de Granada y enviado a Madrid en noviembre de dicho año, donde fue recluido en la torre del convento de San Juan de Dios.

Con la recomendación del obispo de Orense, su mujer pidió su liberación en marzo de 1815. No lo consiguió, pero sí que se le restituyera su sueldo de Oidor mientras se sustanciaba la causa, que terminó relativamente bien, porque antes de que acabara el año la decisión de la comisión nombrada para la misma propuso al Rey y éste aceptó mediante real decreto de 17 de diciembre de 1815 la jubilación de Dueñas de su cargo de oidor con la mitad de sueldo, desterrándolo a Huéscar, la ciudad de su nacimiento. No se le perdió de vista, porque el 9 de agosto de 1819 el corregidor de Baza, Antonio Guillén Muñoz, formalizó una denuncia que dio origen a un nuevo sumario. Afirmaba el alcalde que “había vigilado con el mayor cuidado la conducta que observaba y llegado a noticia del que expone lo era bastante perjudicial”. En el expediente consta un informe del duque del Infantado, a quien se pidió parecer, que afirma que “ese sujeto, procesado ya anteriormente por sus ideas, no las ha olvidado ni abandonado sino que a mayor abundamiento se comunica con otros enemigos del Rey nuestro señor”. De nuevo se puso en marcha el mecanismo de informes confidenciales, pero la maquinaria inquisitorial fue más lenta que el cambio de régimen a que llevó el pronunciamiento de Cabezas de San Juan el primer día de 1820.

El 30 de marzo de 1820 solicitó Dueñas su reposición como oidor en los mismos términos y antigüedades que tenía en 1814. El rey, dadas las circunstancias, mediante real orden de 29 de abril de 1820 accedió a la petición. Y no solo eso, sino que el 5 de abril de 1821 fue nombrado por el Rey Fernando VII, a propuesta del Consejo de Estado, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, con una remuneración anual de ochenta mil reales, cuya plaza desempeñó hasta la extinción del citado tribunal con el retorno del absolutismo en 1823.

El 25 de marzo de 1823, como magistrado del Tribunal Supremo, y aprovechando la orden de traslado del Tribunal desde Madrid hasta Sevilla por la inminente llegada de las tropas francesas a la capital, Dueñas solicitó del rey permiso para pasar una temporada tomando las aguas de Lanjarón dada su quebrantada salud. Le fue concedida por cuatro meses pero empeoró y el 6 de julio de 1823 solicitó prórroga desde Baza donde se hallaba en cama aquejado, según certificado médico, de parálisis en la extremidad izquierda. Se le concedió por tres meses más, pero las cosas no debieron mejorar porque el 25 de marzo de 1824 el rey le concedió una pensión de doce mil reales en atención “a los méritos que contrajo con la toga”, lo que quiere decir que había optado por su jubilación.

Domingo Dueñas y Castro falleció en Baza el 24 de septiembre de 1824 y fue enterrado al día siguiente en el cementerio bastetano de San Sebastián.


Portada del ejemplar de la Constitución de Cádiz de 1812 conservado en el Archivo Municipal.      A. M. H.

Elección y actividad parlamentaria.

El 1 de enero de 1810 la Junta Suprema Central realizó la convocatoria para la reunión de Cortes Generales y para la elección de diputados. El 21 de enero tuvo lugar en Granada la designación de electores parroquiales para tomar parte en la votación de diputados, en un momento en que los franceses cercaban ya peligrosamente la ciudad, con lo que el proceso no pudo consumarse. Pero de acuerdo con el decreto de la Regencia, de 18 de agosto, los vecinos o naturales de las provincias que no hubiesen podido elegir diputados y que residieran en Cádiz o en la Isla de León, deberían alistarse para elegir entre quienes reunieran las cualidades necesarias, diputados suplentes que representaran estos territorios en las Cortes, a razón de un diputado suplente por provincia, cuyo mandato quedaba establecido hasta el momento en que pudieran incorporarse los titulares. De las papeletas de los 51 electores inscritos originarios del reino de Granada se obtuvieron siete compromisarios y el 21 de septiembre fue elegido por éstos como diputado suplente del Reino de Granada Domingo Dueñas y Castro, que prestó juramente tres días después. Se le otorgó su poder el 22 de septiembre, al día siguiente fue ratificado por la Comisión de Poderes y juró su cargo el día 24.

Tan menguada representación granadina, se completó, en virtud de la instrucción de la Regencia de 8 de septiembre, con la elección el 17 de noviembre de 1810 de dos nuevos diputados propietarios por el Reino de Granada: Antonio Alcayna y Guirao, cura de Cuevas de Vera y Antonio Porcel Ruiz Fernández Ballesteros. Al quedar la ciudad liberada de tropas francesas, en septiembre de 1812, Granada completó su representación en las Cortes eligiendo entre el 21 de febrero y el 2 de marzo de 1813 otros diez diputados propietarios que fueron incorporándose a las mismas a partir del 28 de abril de aquel mismo año. Ello no impidió que Domingo Dueñas y Castro continuara ejerciendo su representación durante lo que restó de mandato a aquella legislatura, que fue poco, porque por aquellos mismos días se procedió a la convocatoria de Cortes ordinarias. Las elecciones en el Reino de Granada se verificaron entre el 18 y el 21 de abril, resultando elegidos diez diputados titulares y tres suplentes. Las elecciones provocaron en Granada una cierta tensión por el origen de algunos Diputados, la edad de otros y por el hecho de no haber sido elegido diputado Domingo Dueñas, que como suplente había representado eficazmente al Reino de Granada en las Cortes de 1810. El cese efectivo de Dueñas se produjo el 20 de septiembre de 1813, cuando tomaron posesión los diputados que formaron las Cortes ordinarias. Dueñas ostentó, por consiguiente, la representación del Reino de Granada en las primeras Cortes de Cádiz, como diputado suplente, desde el 21 de septiembre de 1810 hasta el 20 de septiembre de 1813.

Durante estos tres años, Dueñas tuvo una gran participación ya que intervino en, al menos, 78 ocasiones en los debates producidos en el pleno de las Cortes y, por nombramiento del presidente, fue miembro de las comisiones parlamentarias de prebendas eclesiásticas (18.2.1811), Justicia (30.3.1811, 22.10.1811, 21.3.1813) y Marina (8.2.1813).

Intervino en la elaboración del reglamento del Consejo de Regencia en relación con el derecho regio de presentación al pontífice de los cargos eclesiásticos, el veto del Congreso a determinados nombramientos realizados por el Consejo, la preponderancia del cumplimiento de las leyes por encima de las cuestiones procedimentales de relación entre los diferentes poderes y la defensa de las facultades del poder judicial.

En el debate sobre la validez de ciertos acuerdos y decisiones adoptados por los reyes estando en situación de cautividad, Dueñas apoyó el derecho de los diputados a expresarse aun en contra del sentir de la mayoría y defendió la libertad de expresión de los mismos en la Cámara. Por lo mismo, se opuso a la concesión de ciertos privilegios y arbitrariedades: “Lo que yo deseo es que V. M. con ocasión de los casos particulares deduzca reglas generales”, derogando “todas aquellas leyes que han hecho, por decirlo así, un estanco y monopolio de las luces”.

Estuvo atento a la cobertura de las necesidades alimenticias del ejército y al reconocimiento de los honores de algunos de sus miembros, por ejemplo el general Castaños, pidiendo que se hiciese una mención honorífica en la Gaceta del Gobierno. Igualmente defendió dar facultades al Gobierno para tomar las decisiones que afectasen a la guerra con la prontitud exigida, “porque la decisión más pronta –afirmaba– será la mejor”. Fue enormemente crítico con la capitulación de Badajoz, cuya situación comparó con la que se dio en Gerona y a nadie se le ocurrió hablar de capitulación, llegando “por estos caminos terribles a la gloria y a la inmortalidad”. Defendió la preponderancia del honor y de la gloria en el espíritu militar frente a la mera recompensa pecuniaria.

Le preocupó el establecimiento de barreras al ejercicio de lo que él llamó “el despotismo ministerial”, dotando de suficientes poderes y controles a la secretaría de la Real Cámara, y creando un sistema de intervención general independiente del Consejo de Regencia. Pero, a la vez recabó para los ministros una confianza plena en el desempeño de su cargo, dejando a su arbitrio su propia remuneración “para que tomando solo lo que necesiten puedan manifestar su patriotismo”, de donde redundaría una economía para el Estado. Reivindicó una transparencia completa de las actuaciones gubernamentales y una publicidad sin límites de las mismas, porque “Todo país cuando ve los yerros de su anterior Gobierno, alega que nadie le habló la verdad”.

De gran interés y altura fue su intervención en relación con la validez del procedimiento utilizado para la representación en las Cortes de los representantes americanos, para los que reivindicó igualdad de derechos y de representación, aun reconociendo la conveniencia de mejorar el procedimiento para el futuro; pero los anteriores Gobiernos –afirmó– “se encontraron con un edificio casi arruinado y se contentaron con poner puntales” que ahora, con la nueva autoridad, era el momento de consolidar. Más adelante reclamó para los indios un trato igualitario, humano y no degradante ni humillante para ellos.

En el ámbito judicial, defendió con interés el mantenimiento de la Audiencia de Sevilla, frente a algunas propuestas de extinguirla y de pasar sus competencias al Consejo de Castilla. Exigió la máxima sanción para quienes alzándose con el poder judicial “se han atrevido a usar unas facultades tan exorbitantes contra los derechos del ciudadano y atentar a su libertad”. Rechazó la utilización de la cárcel para penas correccionales “porque pierden la vergüenza los que entran en ella y a Nación debe interesarse en que sean honrados todos sus súbditos”. Exigió escrupulosidad total en los allanamientos de morada porque “deben ser iguales las casas de poco valimiento a las de los grandes”.

Intervino activamente en las discusiones relacionadas con el proyecto de Constitución. Reivindicó el mantenimiento como obligación del amor a la patria, la generosidad en la concesión de ciudadanía a los extranjeros, aunque propuso “que no pueda el Rey nombrar para los primeros empleos civiles, militares, eclesiásticos, ni de su Real casa, a quien no sea ciudadano español”. Propuso la consecución de un nivel de educación que superara la mera lectura y escritura, para conseguir “sujetos de aptitud e ilustración” y “aspirar a que todos los españoles tengan la firmeza y virtud necesaria para manifestar sus opiniones, ofendan a quien ofenda, con tal que sigan los caminos de la justicia”. Defendió la honorabilidad de los funcionarios y, particularmente, la de los escribanos públicos, la inviolabilidad de los diputados por sus opiniones “manifestadas en el Congreso”. Propuso dotar adecuadamente al poder judicial en cuanto a número de Oidores se refiere y la realización de una nueva estructura de partidos judiciales iguales para todo el país. Se opuso a la existencia de fueros privilegiados aunque sostuvo la intervención del ejecutivo con ciertos derechos en el Tribunal especial de Guerra y Marina, defendió el derecho de no declarar contra uno mismo e hizo valer el principio de que tres sentencias definitivas “determinen y fenezcan irremisiblemente los litigios”.

Rechazó que para el nombramiento de jefes políticos de los pueblos (alcaldes) y provincias (gobernadores civiles) el Gobierno tuviera que elaborar un baremo basado en las condecoraciones y servicios de los aspirantes, defendiendo que “la Regencia pueda nombrar para estos destinos a cualquier sujeto, con tal que tenga buena voluntad y buen entendimiento, aunque anteriormente no haya tenido destino alguno ni condecoración”.

Otras muchas intervenciones en cuestiones de detalle avalan la actividad de Domingo Dueñas como parlamentario en las Cortes de 1810. En todas sus intervenciones intentó ser constructivo, no repetir los argumentos de los antecesores, realizar propuestas conciliadoras, exigir el cumplimiento del reglamento y del desarrollo procedimental y defender la libertad de expresión en la Cámara. Muchas de estas intervenciones se caracterizan por tener un claro carácter técnico en relación, sobre todo, con la materia en la que su autor era especialista: el Derecho.

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Fuentes y bibliografía (Texto sacado de:)

Titos Martínez, Manuel: “El diputado Domingo Dueñas y Castro y la representación del Reino de Granada en la Cortes de Cádiz (1810 – 1813)”. Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino. Nº. 22 – 2010. (pags. 107-134).

martes, 9 de agosto de 2011

Huéscar como enclave urbano estratégico en el siglo XV.

Asentada en el extremo nordeste, del antiguo Reino de Granada, en una fértil llanura y abrigada por altas montañas, fue desde la más remota antigüedad enclave codiciado y conquistado por diferentes pueblos.

Posteriormente, y por ser tierra fronteriza, pasó de manos árabes a cristianas en numerosas ocasiones, incluso, don Rodrigo Manrique, padre de Jorge Manrique, "...Comendador de Segura, mi Alcaide y Capitán mayor de la mi Villa de Huesca..." tomó para su rey, don Juan II, la entonces villa, allá por noviembre del año de 1434.

Considerada una de las acciones bélicas más espectaculares del siglo XV, el asalto de una fortaleza a escala de sus murallas y torres, don Rodrigo decide hacerlo por un lugar que le habían indicado era fácilmente accesible y de esta forma conquistar esta villa, mediante un ataque por sorpresa.


Cruz de Santiago.

            El tres de noviembre entra en tierra de moros y, al anochecer del día cinco, llega con sus tropas a las inmediaciones de dicha villa:

"...Ayudado por las fuerzas de su Orden, la de Santiago, situadas en las fortalezas de Beas, Yeste, Alcaraz y Montiel,tomó por asalto la villa y puso cerco a su fortaleza, en la que se habían refugiado los moros. Acudieron a socorrer a los sitiados los de Baza con su caudillo y vinieron en ayuda de los sitiadores Pedro Quiñones, el adelantado de Cazorla, Rodrigo de Perea, y el de Jaén, Fernan Alvarez de Toledo. Se luchó en torno a la fortaleza durante tres días, hasta que derrotados los moros de Baza, los de Huéscar se dieron a partido...".

Con premura, y para conocimiento del rey su señor, don Rodrigo Manrique le escribe una carta muy detallada, en la que le narra el duro asalto a la fortaleza de Huéscar, pues aunque "...se podía escalar, pero que era menester muy rezia gente para la cometer, habiendo conosçimiento de la mucha gente buena que de dentro estava para la defender...", costó gran número de bajas por uno y otro bando.

Los castillos de frontera, tanto granadinos como castellanos tenían como misión mantener la vigilancia, el control y la defensa del territorio frontero que tenían encomendado, ofrecer la primera resistencia militar en caso de ataque enemigo, señalar los derechos de soberanía de unos y otros, y servir de base de apoyo a las algaradas.

Las guarniciones de las fronteras tenían dos posibilidades de hostigamiento que no entrañaban necesariamente la ruptura de treguas: los asaltos por sorpresa a castillos y lugares cercanos al adversario y las algaradas.

Todos estos complejos militares se complementaban con torres vigías que enlazaban unas fortalezas con otras, potenciando su valor estratégico; la estructura formada por alcazabas, grandes castillos, castillos menores y torres vigías constituía una complicada red defensiva que protegía eficazmente al Reino de Granada.

Las fortalezas que se construyen a partir de los siglos XIII y XIV presentan torre del homenaje, en uno de sus ángulos, dando lugar a un nuevo tipo de fortificación; otros elementos son las murallas de doble recinto, paseos de ronda estrechos, etc,...

"...Llegamos en formación hasta el foso, el cual es muy hondo;...fue peleando y ganando torres por la muralla hasta que halló un bajada para la puerta;...y fuimos peleando hasta acorralarlos en el alcanzar (sic), y en ciertas torres que ellos tenían en el adarve...".

Así pues, situados los castellanos en Alicún de Ortega, Huéscar y Xiquena, las comarcas de los Vélez y Baza quedaban rodeadas viendose estos últimos en la necesidad de defenderse o capitular, hecho este que no entra en su pensamiento y, en enero de 1435, es el adelantado de Murcia el que desbarata una ofensiva granadina contra Huéscar.

En reconocimiento, y como era costumbre en la época, no se hacen de esperar, y con fecha de 16 de mayo de 1435,se le conceden, por don Juan II, las franquezas a los vecinos que viven y que irán a vivir a Huéscar:

"...En el nombre de Dios padre Hixo Espiritu santo que son tres personas Y un solo Dios verdadero que bive Y Reyna para siempre Xamas Y de la Bien Abenturada birgen gloriosa Santa maria su madre a quien Yo tengo por señora E por Abogada En todos los mis fechos Y a Honrra Y gloria serbicio suio Y del Bien abenturado Apostol santiago luz Y Espexo de todas las Españas patron Y guiador delos Reies de Castilla mis antezesores onde Yo bengo E mio Y de todos los santos y santas de la corte zelestial Por que El bien Y mrd que los Reies facen baia adelante Y se no nolbide Tal como quier que mengue E Canse El Curso de la vida deste mundo aquel bien Y merzed que facen es lo que finca En Remenbranza En este mundo a este bien Es galardon de la su alma Ante Dios E por non Caer las Cosas En olvido lo mandaron poner En Escrito En sus previlexios que dan Y mandan dar por que los otros q de despues dellos ReYnasen E tubiesen En su lugar fuesen tenidos de lo guardar y de lo llevar adelante == Por ende Yo aCatando Y Considerando todo esto y por hacer bien Y mrd A Vos Rodrigo manrrique Comendador de segura mi alcaide y Capitan Maior de la mi Villa de Huesca E al concejo E alcaldes E alguacil Y Regidores E Jurados Cavalleros Escuderos E officiales E homes buenos Y vecinos y moradores que agora viben E moran En la dha mi villa de Huesca Y bivieren y moraren En ella De aqui adelante para Siempre Xamas.

E por Ennobleçer E Honrrar Y Ensalçar mas la dha villa quiero que sepan por esta mi carta De previlexio o por su traslado signado De Escrivano publico todos los que aora son o seran De Aqui adelante Como Yo Don Juan por la gza. de Dios ReY de Castilla de leon de toledo De galiçia de sevilla De cordova de Murcia de Xaen Del algarve de algeçira E señor de Vizcaia Y de molina, Bi un Mi alcavala Escrito En papel firmado De mi nombre fecho En esta guissa YO EL REY fago saver a Vos los mis contadores maiores que Rodrigo manrrique Comendador de segura Mi Alcaide Y Capitan Maior de la mi Villa de Huesca q se gano para mi Y para la Corona Real de los mis ReYnos de los moros Enemigos de la nuestra Sancta fee Catolica me Embio façer Relacion q se son benidos a morar Y poblar En la dha mi VLª. de Huesca çiertos Vezinos, E otro si q se bernan  bivir Y morar Y poblar otros muchos Veçinos si los Yo franqueare Y diere franqueza Y libertad de todas las Cosas de que son libres y francos Y quitos los Vezinos q se biven y moran Y pueblan En las mis Villas De antequera E tarifa E teva Y olvera E alCala la Real E en las otras mis villas Y Castillos fronteros de tierra de moros En qualquier de ellos E porque a mi serviçio Cumple mucho que la dha mi Villa de Huesca Este E sea poblada De toda la mas gente que ser pueda mi mrd. es que todos los Veçinos que Aora en la mi Villa de Huesca moran Y moraren Y Pueblan Y Poblaren Este año de mill quatroçientos Y treinta Y çinco años  E de aqui adelante de Cada año para siempre Xamas que sean libres Y francos Y quitos que non paguen moneda nin monedas nin pedidos nin pedidores nin almoxarifadgo nin almoxarifadgos nin diezmo nin Diezmos nin otro zº nin derechos nin tributo nin tributos alguno nin algunos que Yo mandare coxer Y DeRamar En los mis Reynos Este dho año Y de Aqui adelante de cada año para siempre Xamas...".

En 1436 también se consigue la conquista de Galera y Castilléjar por don Rodrigo por rendición, al adelantado de Murcia, se consigue a Cúllar, Orce, Vélez Rubio y Vélez Blanco, mientras Benamaurel capitula ante don Fernando Alvarez de Toledo, capitán general de la frontera de Jaén.

Como todo este suceso es digno de mención, creo será muy interesante, para el que esto lea, esta interpretación literaria de todos estos sucesos:

Caballero castellano.

 

"...y por último, un joven caballero de Santiago abatió el orgullo del infiel, y probó la superioridad de las lanzas castellanas, en la ardua empresa de la conquista de Huéscar.

Esta población situada a la falda de la sierra de Sagra, era una de las ciudades más célebres, más ricas y mejor situadas del reino granadino. Los moradores conservaban la tradición gloriosa de que sus abuelos habían desplegado bandera de guerra contra los califas de Córdoba, elegido reyes y conservado una independencia feudal. Activos y laboriosos aseguraban ricas cosechas y multiplicaban frutas y hortalizas con los riegos que suministra la vecina montaña, y que la industria había extendido en raudales diversos. Los pastos de la tierra, viciosos y abundantes, nutrían rebaños de vellon tan fino, que sus lanas se pagaban en Granada a precio superior, como propias para tejerlas con seda y oro. Un muro sólido resguardado por torreones y cubos y un fuerte alcázar interior amparaban la población; y como la sierra cercana estaba poblada de pastores y jóvenes belicosos, frugales, endurecidos con la intemperie y ejercitados en el manejo de la honda y de la flecha, los moros de Huéscar vivían alucinados con el error de ser temidos e invulnerables. En esta ciega confianza, los dejó como heridos del rayo la certeza del peligro. A la hora más apacible del sueño, cuando los albores de la mañana comenzaban a teñir las cumbres del monte Sagra, mudos como estatuas y a paso lento como fantasmas, afianzaron una escala y treparon al muro de la ciudad Lope de Frías, el escudero Pedro Teruel, Alvaro Rodríguez alcaide de Segura, Pedro Sánchez de Fornos y Pedro Veas. El vigía de la torre del Homenaje columbró a la luz del crepúsculo a los escaladores, prorumpió en alaridos lúgubres e hizo despertar de su letargo a los vecinos. Muchos se arrojaron del lecho, y a medio vestir empuñaron la cimitarra o la ballesta y salieron a las encrucijadas y a las plazas a cerciorarse de tan inesperado relato. Algunos oyeron las voces entre sueños, y las equivocaron con el llamamiento del almuhedin que convocaba a los creyentes para la salutación matutina, hasta que sus criados y mujeres les advirtieron que resonaban lamentos y gritos de guerra. una verdad terrible disipó todas las dudas. Cundió de casa en casa la noticia de que grupos de guerreros, con espadas en mano y cruces al pecho, colocados en lo alto de la muralla facilitaban la subida a otros y a otros. Como el pavor abulta los peligros, decíase que los ademanes de aquellos cristianos eran tan fieros, que no había que esperar partidos, sino cautiverio o exterminio. No era esto sólo: en torno del muro se veían enarboladas cruces y banderas con leones pintados; columnas a pie y a caballo se apercibían para estrechar el cerco, y sus clarines y timbales sonados sin interrupción atronaban como prolongada tormenta. no podía menos de suceder así, habiendo salido de su castillo de Segura contra la villa de Huéscar el comendador de santiago D. Rodrigo Manrique Castilla con muchos deudos, amigos y aventureros afamados. era este el hijo segundo del señor Amusco y adelantado de León D. Pedro Manrique, y uno de aquellos mancebos en quienes estaba vinculada para honra y prez de Castilla la nobleza de linaje con el ánimo de los héroes. Niño aun fue cruzado en la orden de Santiago, y apenas cobró fuerza en su brazo para blandir la lanza, obtuvo del infante de Aragón su maestre la encomienda de segura como puesto de honor fronterizo al moro y propio para emprender una carrera de peligros y de gloria. Aunque D. Rodrigo había ya dado pruebas de valoren los bandos de Castilla, se impacientaba por señalarse con alguna proeza contra el infiel: para ello reunió su gente y presentose osado ante los muros de Huéscar. Formaban a su mando Manuel de Benavides, señor de Jabalquinto, el alcaide de Yeste, Diego de la Cueva, regidor de Úbeda, con fuerzas respetables, y una nube de aventureros y de hidalgos a pie y a la gineta, congregados de Alcaraz, Veas, campo de Montiel y otros lugares de la Mancha. Mientras las mujeres y niños de Huéscar corrían a guarecerse en el alcázar, los viejos, los jóvenes, los alfakis y santones marchaban armados en dirección opuesta a rechazar al enemigo. Los cristianos no habían penetrado en su recinto, a no ser desarmados o cautivos, desde el día en que los soldados de Tariff y de Abdelaxiz tremolaron en su alcázar el pendón muslímico. Funesta fue para los cristianos la primera embestida: un aventurero siciliano, Pedro Sánchez de Fornos, Gracia de Albuerne y dos escuderos de D. Rodrigo murieron despedazados a cuchilladas. Rodrigo de Mendoza, Juan de Rivera, Fernando de Molina, caballeros de Baeza y Übeda, Pedro Alvarez de la Torre, Juan Quiros y Lope de Vergara rodaron heridos de espada y flecha. El alcaide de Yeste aprovechó los momentos en que los moros se distraian peleando con la anterior facción, y corrió por las calles excusadas hacia las puertas principales de la ciudad con intento de desquiciarlas o abrasarlas, para dar entrada a la gente que formaba extramuros. Visto esto, acudieron gruesos pelotones y trabaron un combate sangriento. el alcaide peleó como león acosado, y aunque recibió una herida de saeta continuó esgrimiendo su espada y animando con robusta voz a su compañía, hasta derribar las puertas y dar entrada a la hueste exterior. imposible era adelantar un palmo de tierra sin regarle con sangre: terrible operación era la de arrollar a los moros parapetados en sus hogares y hacerlos replegar al alcázar: al fin se logró con los esfuerzos del joven comendador, que al ver recelosos y arremolinados a sus soldados, se puso en primera fila y dió heróico ejemplo avanzando impávido. Las hostilidades no cesaron durante la noche: los voluntarios castellanos, sordos a los mandatos de sus jefes, invadieron los hogares abandonados, cebaron su voracidad, excitada por el duro ejercicio de aquel día, con almíbares y manjares delicados, y recargaron sus mochilas con joyas de señoras y con telas de seda y oro. Los moros, validos de las tinieblas, bajaban del castillo y sorprendían en sus libaciones a la soldadesca: el golpe de la cimitarra hizo a alguno exhalar el último suspiro, cuando sus labios comenzaban a articular placenteros brindis.

Mientras las calles y casas de Huéscar estaban convertidas en escena de asesinatos y pillaje, los refugiados al castillo habían dirigido aviso a los alcaides comarcanos refiriendo la fatal sorpresa y pidiendo auxilio. el Cabzani, gobernador de Baza, eficaz cual no otro, desembocó al amanecer del siguiente día en las huertas cercanas al castillo con una hueste de 500 caballos y doble número de peones. el compás de los atabales y dulzainas confortó a los cercados e hizo a los cristianos apercibirse para nuevo y más peligroso combate. El Cabzani hizo señal a los del alcázar que acometiesen al enemigo y le distrajeran para que sus soldados escalaran el muro en el mismo instante. Los cercados correspondieron atacando hacia la puerta por donde se habían introducido las tropas cristianas, con el objeto de desalojarla y de facilitar la entrada de sus nuevos valedores. D. Rodrigo, aunque herido del brazo desde los primeros momentos de la refriega, opuso tenaz resistencia, rechazó a la gente de Baza e hizo a los del castillo replegarse fugitivos con muerte de 8 combatientes. con el mal éxito de la tentativa retirose el Cabzani lejos de las flechas castellanas, cortó las acequias que introducían el agua en la población y practicó un reconocimiento para dar un formal asalto. Los cristianos conocían lo crítico y apurado del caso; si bien cercaban al enemigo, eran cercados a la vez, y la perdición era segura si los caballeros de la frontera no acudían con el socorro necesario. dos soldados audaces se descolgaron por una parte del muro mal resguardada, y para no revelar al enemigo, en caso de quedar cautivos, el conflicto de sus compañeros y obtener crédito de los capitanes de la frontera, llevaban, el uno una sortija con que D. Rodrigo sellaba sus cartas y el otro una caperuza. los emisarios salieron a puerto de salvación, y ambas prendas se presentaron al adelantado de Cazorla Rodrigo de Perea y a Garci López de Cárdenas y les pidieron por merced pronto socorro.

Caballeros de Santiago y de Calatrava, saliendo de su campamento, en una miniatura medieval.

Circuló por la frontera la novedad: sonidos de trompetas, pendones desplegados, campanas a rebato y sollozos de mujeres que habían visto partir a sus hijos o maridos en la hueste de D. Rodrigo fueron señales inequívocas de interés y de ardor en los pueblos. El recio temporal de aguas y vientos que sobrevino en el mismo día no impidió que saliesen partidas armadas en dirección de Huéscar. Pedro de Quiñones llegó primero con un pelotón de 60 caballos y 100 peones, y dió una prueba de valor saliendo en guerrilla contra los moros que acampaban en la huerta y sosteniendo una escaramuza bastante porfiada. El adelantado Rodrigo de Perea acudió al alba del siguiente día con 100 caballos destrozados de correr, y para no ser menos que Pedro de Quiñones salió a introducir en la ciudad el agua que los moros habían cortado. No fue Perea muy feliz en esta empresa, porque el cabzani cargó con sus tropas de refresco y le hizo retirarse en desorden a la villa. vino al día siguiente otro refuerzo de 100 cristianos, gente también del adelantado; y deseoso este de vengar el descalabro anterior, combinó otra salida con toda la tropa disponible. sólo quedaron en la villa D. Rodrigo Manrique y Pedro de Quiñones con algunos hombres de armas, para hacer frente a los del castillo. los moros parapetados en la huertas aceptaron la lid, y sostuvieron firmes la batalla toda la mañana con muchas desgracias de ambas partes; y quizá hubieran vencido a no haber desmayado con el aviso de que se aproximaban duplicadas fuerzas cristianas. Con efecto, el capitán mayor de Jaén D. Fernando Alvarez de Toledo, señor de Valdecorneja, guiaba escuadrones de Jaén y Baeza con toda la celeridad que permitía el vigor de sus caballos. la gente del adelantado cobró aliento al columbrar las lanzas amigas, y se hizo dueña del campo que abandonaron los moros con igual motivo. Las familias y los defensores del castillo, asomados a las almenas, divisaban tristemente la huida de la hueste del Cabzani, en quien cifraban todas sus esperanzas, y al mismo tiempo el aparato de los nuevos enemigos. Abatidos los moros, abandonados a su propia suerte, imploraron la clemencia del joven Manrique: un cumplido caballero no humillaba en aquellos tiempos al valor desgraciado. D. Rodrigo otorgó libertad a las personas, cedió a las damas moras sus vestidos y preseas, y plantó su bandera en la almena más alta del alcázar. Salió enseguida a saludar con el respeto y cortesía que inspiran los mayores, al señor de Valdecorneja, y a pedirle por merced que tomase posesión de la villa. <<He venido, respondió este con igual delicadeza, a pelear en el campo y en el estar acampado; el valiente que ganó la villa sabrá defenderla>>.

Cumplida esta ceremonia y dictadas las órdenes precisas en aquellos momentos, pidió el comendador pergamino y tinta y despachó al escudero Alonso de Córdoba con carta para el rey, en que solicitaba el presidio, los bastimentos y las municiones necesarias para la conservación de tan importante plaza. Fue tal la satisfacción que experimentó el monarca al leer la carta y al oír los detalles del emisario, que hizo a este merced de 10C mrs. de renta vitalicia, donó a D. Rodrigo el quinto del botín que pertenecía al patrimonio real, y le dió además 300 vasallos en tierra de Alcaraz y 20C mrs. de juro.

Tal fue la hazaña con que inauguró su carrera el más valiente de todos los caballeros cristianos de aquel tiempo, y el que tanta fama se granjeó con el título de conde de Paredes y con la dignidad de maestre de santiago. La conquista de Huéscar fue el primer escalón de la envidiable grandeza a que supo elevarse y en la cual brilló como ningun otro personaje de su tiempo...

No fue este servicio el único que prestó D. Rodrigo a la corona en el territorio de Huéscar. Seguido de una hueste escasa pero bien apercibida, corrió a sangre y fuego los campos comarcanos de Galera y Castilleja, aterró con amagos de muerte a los moradores, y luego que les infundió profundo miedo, mostrose blando y clemente, y les ofreció protección y fueros si se reconocían vasallos del rey D. Juan: sometieronse los moros a esta dura necesidad. D. Rodrigo dió al rey cuenta de los tratados, y habiendo recibido poder para perfeccionarlos, ocupó aquellas plazas y ensanchó los términos de Castilla”.

Esta situación durará unos diez años, pues debido a la crisis que Castilla sufre en su interior, Granada realizará una nueva ofensiva entre 1446 y 1448 arrebatándole a los castellanos las plazas de Benzalema, Benamaurel, Vélez Rubio, Vélez Blanco y Huéscar (1447).

A principios de 1456, Enrique IV urde un plan para reanudar la ofensiva sobre el Reino de Granada y ocupa numerosas poblaciones. Es en la primavera de 1457 cuando decide hacerle la guerra a Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, e inicia una serie de saqueos en toda la zona llegando sus huestes a lugares tan dispares como Huéscar, Illora y Loja. En el verano del año siguiente, 1458, es Pedro Manrique, hijo de don Rodrigo Manrique, el que entra desde Segura y corre los campos de Huéscar.

Vista la forma de actuar de este rey, son los granadinos los que, en 1459, deciden imitarlo y entran hasta Jaén. En otoño firmarán una tregua que durará hasta el año 1461.

En 1469 el rey encarga al marqués de Villena que concierte treguas en el sector oriental y Alonso de Lisón, Diego de Soto, ambos comendadores, y el Licenciado Tudela lo tratan con los alcaides de Purchena, el de los Vélez y el de Huéscar, Amyr Abenamar, supervisando la negociación Abulhaya, caudillo de Vera.

Esta situación se irá renovando y durará hasta 1475.

Conforme Castilla empieza a superar sus problemas internos, esta comienza a preparar su estructura de guerra que tendrá su cenit en tiempo de los Reyes Católicos.

            Una vez muerto Enrique IV, en 1474, Isabel es proclamada reina de Castilla.

Don Diego Fernández de Córdoba, concierta en nombre de Isabel y Fernando una tregua por un año, en el verano de 1475, que tendría su efecto en el territorio que iba desde Lorca a Tarifa. Al año siguiente se prolongaría esta por un periodo de cinco más; aunque las escaramuzas como era habitual continuaron en dicho periodo.

A partir de entonces los Reyes Católicos tenían el campo libre para preparar la guerra de Granada.

Poniendo sitio a distintas poblaciones clave para la defensa del reino nazarí, así como instigando, conjurando e incluso ayudando a los príncipes moros, y rebeldes, contra su padre el sultán de Granada.

Hacia septiembre de 1485, Boabdil se hace fuerte en Huéscar, pues su situación es precaria y teme una ofensiva de su tío al-Zagal, pidiendo al Concejo de Murcia una ayuda en víveres; mientras en el frente hay una cierta calma ya que la epidemia de peste y la lluvia continúan haciendo estragos en ambos bandos.

Pero es en 1488 cuando se reconquista definitivamente por los Reyes Católicos.

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Bibliografía y fuentes utilizadas:

Archivo Municipal de Huéscar.

Carrillo de Huete, P. "Crónica del Halconero de Juan II". 1946; "Crónica del Rey don Juan II". BAE, LXVIII, 1953.

Lafuente Alcantara, Miguel. "Historia de Granada".Tomo III. Granada; Imp. y Lib. Sanz,1845.

Mata Carriazo,J. "En la frontera de Granada". 1971.

Ros Marín, Antonio. "El siglo XV las capitulaciones de Huéscar" Revista Úskar nº. 1. Huéscar: Ayuntamiento, PMCyD, 1998.

Torres Fontes, J. "Las treguas con Granada de 1462 y 1463". HISPANIA, XC. 1963.

lunes, 8 de agosto de 2011

Momentos importantes en la andadura histórica de Huéscar: La declaración de guerra a Dinamarca en 1.809.


  Escudo del Reino de España.

Afortunadamente la humanidad ha vivido más o menos periodos de tiempo en paz, aunque la historia universal demuestra que han sido menos que más, si sumamos los años, han sido muchos más los dedicados a la guerra, parece que los hombres no hemos sabido, o no hemos podido, o no hemos querido, vivir en paz.

Desde la primera sangre derramada por Caín, las guerras han sembrado la tierra de muertos, destrucción, odios y revanchas.

Muchas guerras trajeron la paz; casi siempre de forma humillante para los vencidos; otras fueron más generosas; pero todas sembrando la muerte.

También hubo guerras pacíficas que no aparecen en los libros de historia pero que están declaradas y escondidas en viejos legajos de pueblos y ciudades. Como no hubo muertos ni limitaciones de fronteras, quedaron en el olvido.

Una, entre otras, fue la declarada por Huéscar, pequeño municipio de Granada, al Reino de Dinamarca el 11 de noviembre de 1.809.

  Escudo del Reino de Dinamarca.
 
LOS HECHOS.

En la larga andadura histórica de Huéscar hay momentos decisivos y algunos de ellos estarán siempre presentes en nuestra memoria, nos referimos a la “declaración de la guerra a Dinamarca”, acontecida el día 11 de noviembre de 1.809.

Nunca nadie dijo que la vida de un pueblo fuese siempre “más de lo mismo”, por eso, Huéscar, siempre ha estado ahí, adaptándose a los tiempos y evolucionando con ellos en los avatares propios y ajenos que le afectaban. Así ocurrió con la conocida Guerra de la Independencia española (1.808 – 1.814) que marcó el inicio de la Edad Contemporánea en España.

Por un despacho firmado el 18 de septiembre de 1.809 por el marqués de Astorga en el Real Palacio del Alcázar de Sevilla llegaron noticias a Huéscar de que España hubo de declarar la guerra a Dinamarca, no por agresión sino por su forzado apoyo al invasor Napoleón. Su Alcalde o Corregidor y Justicia Mayor don Juan de Murcia y Montero, los Regidores don Gregorio Manuel Romero, don Dionisio Leonés, don Miguel Rodríguez Narváez, el diputado don Vicente Martínez y don Francisco María Dueñas, Procurador Síndico General y Personero, reunidos en cabildo el 11 de noviembre de 1.809 acordaron declarar la guerra a Dinamarca y poner bandos por las calles para general conocimiento de los vecinos y dar libertad y autorización según el despacho “para atacar a las fuerzas danesas en cualquier parte que se hallen… vengar los insultos recibidos y no cesar en las hostilidades hasta que previo un mutuo convenio de Corte a Corte y un tratado estipule las condiciones de Paz”.

En 1.814 llegó la paz. Pero los habitantes no se enteraron; o no recibieron aviso alguno, por lo que el acuerdo de sus mayores siguió en vigor.

Así se puede afirmar que esta fue una de las guerras más pacíficas de toda la historia, ya que fue declarada pero no ejercida y no hubo muertos ni heridos ni rasguños por ninguno de los contendientes.

Después de 172 años, el entonces Delegado de Cultura en Granada don Vicente González Barberán, investigador e historiador, descubre la noticia que, publicada en la revista local “La Sagra” y recogida por la agencia EFE, da la vuelta al mundo. Y claro, si hubo una guerra declarada había que firmar la paz. Y así se hizo. Sin el protocolo de antaño, pero con formalidad y seriedad.

Agencias de prensa nacionales y extranjeras y numerosas cadenas de radio y televisión europeas y americanas también fueron testigos y serían transmisores para todo el mundo, abocado por entonces a la posible tercera guerra mundial, que Huéscar iba a ser, por un día, la capital mundial de la Paz.

Este Ayuntamiento Pleno –dijo el Alcalde don José Pablo Serrano Carrasco-, acuerda por unanimidad manifestar al Sr. Embajador del Reino de Dinamarca el respeto y al afecto que siente hacia suplís, celebrando que, con ocasión de aquella guerra declarada y no ejercida, ni los daneses ni los oscenses hayan tenido jamás nada que lamentar… De todo lo cual se dará cumplida cuenta a los vecinos de esta ciudad mediante el oportuno bando: concluyendo así 172 años después, y ante la paz reinante, el estado de alerta que, frente a los daneses, se abrió por bando anterior de este Ayuntamiento, de 11 de noviembre de 1.809.

Por su parte el Embajador danés don Mongens Waldel-Petersen, venido expresamente para el acto, dijo:

Aunque Dinamrca nunca ha estado en guerra o enemistado con Huéscar… estoy muy contento de poder comprobar que haya terminado, por fin, la guerra. Celebro que este Ayuntamiento acabe de acordar, por unanimidad, declarar la paz, revocando así su decisión de declararnos la guerra hace ahora exactamente 172 años”.

Con el izado de banderas y los acordes de los himnos nacionales, quedó sellada la Paz de Huéscar con Dinamarca.

Como fruto de la Paz vinieron la amistad y la fraternidad. Se hizo hermanamiento con la ciudad de Kölding en el año 1.985; se propiciaron intercambios de estudiantes de ambas ciudades, siendo ya muchos los del I. E. S. “La Sagra” los que se han desplazado y convivido con familias danesas; y daneses que han sido huéspedes de los oscenses.

Todo esto mereció que la Comunidad Europea concediera a Huéscar y Kölding el premio denominado “LES ETOILES D´OR DU JUMELAGE” (Las estrellas de oro del hermanamiento), “… por haber dado pruebas de notable interés por la construcción europea y haber trabajado en aras del acercamiento de sus ciudadanos”.


Así pues, si en 1.809 se declaró una guerra y en 1.981 se firmó la Paz, en el 2.009 se conmemoró la amistad entre los dos pueblos y la concordia entre sus gentes, en definitiva, el Bicentenario de la Paz.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Bosquejo histórico y breves notas sobre la iglesia de Santiago.

A. - Bosquejo histórico:

La iglesia de Santiago y su arrabal hacia 1.912 (detalle).        A. M. H.


“En julio de 1.488, las tropas cristianas del rey Fernando el Católico entraron en Huéscar para hacer efectiva la entrega de la población, tal como las autoridades musulmanas habían acordado para su rendición. Pocos días después fueron firmadas en Murcia las capitulaciones correspondientes, en las que se reconocía a los moriscos el derecho a mantener sus costumbres y su religión.

Por ese mismo tiempo, la mezquita principal fue consagrada como iglesia cristiana, en nombre del Cardenal Mendoza, Arzobispo de Toledo, bajo la advocación de Santa María de la Encarnación. El edificio, pequeño y ruinoso, fue demolido poco después y, en 1.494 (el domingo 17 de junio), fue bendecida una nueva construcción alzada en su solar, también en nombre del Cardenal Mendoza, por el primer obispo de Guadix tras la Reconquista, Fray Gaspar de Quijada.

Este templo fue levantado gracias a la generosa ayuda del conde de Lerín y de su piadosa esposa, Dª Leonor de Aragón, hermana del rey Fernando. Fue de patronato de los condes de Lerín y luego de los duques de Alba. En 1.504, el accitano obispo Quijada lo dedicó a Santiago Apóstol, patrón de Huéscar, y lo erigió como nueva parroquia, ya que en 1.501 se habían iniciado las obras de otra iglesia parroquial, levantada en las afueras de la población: Santa María “la Mayor”.

Sello de don Luis de Beaumont, condestable de Navarra y conde de Lerín (1.504).         A. M. H.

           Santiago fue parroquia hasta 1.902. Según el “Responsorio de los curas propios de Huéscar”, solicitado por el Arzobispo de Toledo en 1.782, “esta iglesia es muy reducida y su construcción regular; tiene cuatro beneficiados, un cura y cuatro capellanes, éstos con la precisa obligación de vestirse de diácono y subdiácono los domingos y días festivos; tiene también un sochantre y un organista para oficiar la misa y entonar las vísperas””.


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Pulido Castillo, Gonzalo: “Huéscar y sus parroquias”. (Publicado en el catálogo "Huéscar. Ut quid perditio haec" de la Exposición de Arte Sacro del Arciprestazgo de Huéscar-La Sagra. 2005)
(En : http://www.gonzalopulido.es/Textos/Huescar%20y%20sus%20parroquias.htm)



B. - Breves notas:

Tras los avatares acontecidos en esta tierra durante los siglos XIII, XIV y XV, en que, conquistada en distintas ocasiones por la Orden de Santiago “estando entre sus avanzadas”, y las condiciones históricas de la conquista del Reino de Granada, más los complejos intereses político-eclesiásticos y señoriales de su ocupación, redundarán en la vinculación de Huéscar a la iglesia feudal castellana; iniciándose, por tanto, durante la Edad Media.
A partir de la definitiva conquista de 1.488 será administrada eclesiásticamente “de facto” por los Arzobispos toledanos para unirse definitivamente “de jure” a esta sede, tras un largo pleito, iniciado en 1.505 con la de Guadix.
La primera parroquia, dedicada en 1.488 a Nuestra Señora de la Encarnación, radicó en la mezquita mayor de la Alcazaba, mientras que la población musulmana continuó sus cultos en la mezquita del arrabal de “Santiago” que se convertiría en la iglesia de la Paz a raíz de la sumisión en 1.500 de los moriscos sublevados y de la conversión general impuesta por el conde de Lerín. Las condiciones resultantes de la repoblación harían insuficiente la primitiva parroquial, que se edificara como un modesto edificio gótico sobre el solar de la mezquita mayor, consagrado en 1.498, diez años después de la conquista de la ciudad, conservándose todavía el pleno dominio musulmán en la población, viviendas y propiedades.
Será a comienzos del siglo XVI cuando se decida construir una gran iglesia extramuros dejando la primitiva “Santa María”, convertida en parroquia de Santiago a partir de 1.504.


Iglesia de Santiago vista desde la calle Alhóndiga, hacia 1912 (detalle).         A. M. H.

Es en 1.513 cuando, en premio por haber ganado para la Corona el reino pamplonés, el Rey Católico dona Huéscar al II Duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo. Así pues, y posiblemente, para hacer saber a la población de Huéscar la nueva titularidad señorial, se coloca en la fachada lateral, de la parroquia de Santiago, la heráldica o escudo de la casa de Alba.
Eclesiásticamente hay que indicar que ya en un escrito de 1.505 se señalan claramente las dos parroquias que se erigen en Huéscar “In eccíesiis parroquialibus SANCTE MARIE el SANTI JACOBI locide Huéscar dicte Guadixensis diócesis in carum qualibet duo simplicia servitoria beneficia et unam sacristiam” (Documento de “Erección de las iglesias parroquiales de las ciudades de Guadix, Baza y Huéscar, con todos los lugares de los dichos partidos”. Archivo Diocesano de Guadix).
Su evolución histórica a lo largo de los siglos posteriores, va paralela con la de la población. Hechos anecdóticos, como que sus puertas fueron voladas con dinamita en el siglo XVIII, para robar enseres de valor de su interior sin, al parecer, haber oído ningún vecino nada extraño por la noche; o el incendio acontecido a principios del siglo XX; las distintas guerras, etc.; ponen de manifiesto y aseveran esta afirmación.
Aunque es hacia 1.900 cuando acaba su singladura como parroquia, esto no implica que abandone su función de recinto sagrado, siendo sede canónica de una de las hermandades de Semana Santa, en concreto de la Venerable y Muy Ilustre Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Esperanza e incluso, que su recinto se aproveche para conciertos sacros y, hoy, siga funcionando a sus más de 500 años de edad.
Arquitectónicamente diremos que se trata de una construcción compleja. La iglesia es de tres naves. En su conjunto tiene cuatro tramos con seis pilares de columnas adosadas, de estirpe gótica. Es extraña e interesante la existencia de dos columnas mudéjares de formas poliédricas, casi un antecedente de la salomónica. En la nave lateral izquierda se encuentra el arco formero del presbiterio.
La torre se encuentra situada a los pies, en el lado izquierdo. El edificio dispone de dos puertas: la de poniente con decoración renacentista y la heráldica de la Casa de Alba. Los muros son de sillería. A los pies se conserva un sólo contrafuerte, que posiblemente tuvo su continuidad, o una puerta, apreciable en los sillares del arco.
Heráldica de los Alba que preside la puerta de entrada a la iglesia de Santiago.         A. M. H.
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Bibliografía:
                “Huéscar. Breve guía para visitarla y poder disfrutar de todo su esplendor”. Huéscar: Librería Ana, 2001.




El incendio de Santiago


ACTA DE SESIÓN ORDINARA DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO HACIÉNDOSE ECO DE LA SOLICITUD DE LOS VECINOS.


Sesión ordinaria de 9 de mayo de 1.909.

“…Se dio cuenta de una instancia que a la Corporación dirigen un gran número de vecinos de esta localidad recordando el suceso infausto que ocurrió en la madrugada del dia 11 de agosto del año próximo pasado de 1.908 en que una descarga eléctrica redujo a cenizas la techumbre de la que fue Iglesia Parroquial de Santiago de esta Ciudad, en la cual, después de sentidas consideraciones suplican al Ayuntamiento tome la iniciativa para la apertura de una suscripción para allegar fondos destinados a la reparación de dicho templo; gestionando a la vez de los Poderes Públicos la concesión de las maderas necesarias para la obra en nuestros montes comunales, ya sea como aprovechamiento ordinario o extraordinario, y sin sujeción a subasta. La Corporación discutió estensamente (sic) respecto a las proposiciones hechas por los solicitantes, y animados todos los Señores Concejales de los mismos deseos que estos manifiestan y que animan al vecindario en masa, por unanimidad acordaron: Aceptar la proposición de los solicitantes respecto a la apertura de la suscripción, pero previamente autorizar al Sr. Presidente para que a nombre de este Ayuntamiento y este Municipio dirija una instancia al Excmo. Señor Ministro de Fomento interesando la concesión de corta y elavoración (sic) de las maderas, cursándola por conducto del Señor Ingeniero Jefe de Montes, puesto que, si dicha concesión no se obtubiese (sic) sería en vano intentar la suscripción, porque su producto no podría alcanzar a cubrir todos los gastos dada la situación angustiosa de los contribuyentes.

En tal estado se levantó la sesión de que certifico.

Joaquín Fernández (rubricado)”.

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Bibliografía:
A. M. H. Libro de Actas (15 / 02 / 1907 a 03 / 07 / 1909). Pag. 91 y 91vtº.